miércoles, 23 de septiembre de 2020

Actividad 11-Comunicación, cultura y sociedad

 

La cultura como arena de lucha por los significados: dominación y hegemonía.

 

La vida en cultura posee una dimensión conflictiva. En ella se dan siempre luchas, explicitas o no, por mantener ciertos significados, ideas y valores y no otros. Y esto es así porque  los valores o ideas que buscan mantenerse, imponerse o conservarse – significaciones  que representan siempre los intereses de un grupo particular- , están en riesgo de perderse o son cuestionadas.

Para entender un poco más sobre las relaciones de poder y las luchas  simbólicas que se dan en el plano cultural, pensemos por ejemplo en nuestra propia sociedad actual.   En ella hay diferencias, múltiples grupos   con identidades e intereses diversos: distintas clases sociales, comunidades indígenas que intentan mantener sus rasgos de identidad a pesar de haber sido arrasadas en distintas etapas históricas, comunidades de inmigrantes de países limítrofes, mujeres  y niños, etc. En nuestra sociedad, entonces, coexisten grupos con identidades, pertenencias e intereses distintos, cada uno de los cuales porta ideas, valores y sentidos que pueden explicita o potencialmente, contradecir los valores y significados dominantes de nuestra sociedad y cultura.  Las ideas y valores dominantes de una época,  representan siempre los intereses de un grupo o clase particular que detenta el poder necesario como para imponerlos o como para convencer a los demás de que esos sentidos e ideas son los que  hay que mantener.

Como hemos dicho, el mantenimiento  o no de ciertas ideas, discursos y valores depende de quién detente el poder; es decir de aquel grupo o clase capaz de establecer un dominio material y cultural sobre el resto de la sociedad. Ahora bien, existen dos formas distintas de ejercer ese poder  dentro de la cultura: la imposición violenta y forzada que se establece a través de los aparatos represivos de quien gobierna (por ejemplo, la policía, el ejercito, las cárceles y los tribunales) y, por otro lado, el ejercicio de la dominación a través de la hegemonía. Un ejemplo claro del ejercicio del poder  por imposición forzada fue la “desaparición” y censura  de ciertos medios de comunicación, o formas de expresión musical y literaria  durante la última dictadura militar. Durante ese periodo trágico de la historia argentina, todos aquellos discursos que pudiesen resultar contrarios a aquellos que se buscaban imponer desde el gobierno fueron tildados de “subversivos” y, consecuentemente, fueron violentamente censurados. 

Mencionamos anteriormente que vivir en cultura implica aceptación y consenso. El hecho mínimo de hablar un lenguaje, desde el que establecemos la comunicación, indica que adherimos a un modelo lingüístico, al que difícilmente cuestionamos. En realidad, a la mayoría de las prácticas las realizamos sin siquiera cuestionarlas, dado que estar en una cultura es precisamente no contradecir todo el tiempo todo lo que hacemos. Éstos constituyen modelos de acción, formas de pensar, ideas y valores que arraigan en nosotros sin imposición forzada. Dentro de todo este conjunto,  puede haber representaciones o prácticas que no responden objetivamente a nuestros intereses, pero aún así las adoptamos. La hegemonía consiste justamente en la aceptación de ciertas ideas y sentidos como propios, aún cuando éstos resulten contrarios a los intereses sociales o de clase de quien los adopta.  El ejercicio del poder a través de la hegemonía no implica, entonces, imposición  por la fuerza  sino concenso de parte de quienes no comparten objetivamente los intereses de quien domina y, sin embargo,  se apropian de ellos.

Este ejercicio del poder en el plano de las ideas, de los valores o de la cultura se corresponde con el ejercicio del poder que se da en el plano económico y material. Ambos, generan dominación y, por lo tanto, desigualdad y exclusión. Toda clase o grupo que aspire a implantar su dominación se ve obligada a presentar su propio interés como el interés de todos los miembros de la sociedad y a presentar esas ideas como las únicas posibles y dotadas de un valor de verdad absoluto. Y esto es así, porque  en el plano de la cultura, siempre existe  un “otro”  que, potencialmente o de manera explícita, pueda oponerse o representar un antagonismo contra las ideas, valores y discursos hegemónicos. De no ser así, de no existir siempre esta oposición latente, no habría razón para que se ejerciera la hegemonía. Pensemos por ejemplo, en las víctimas de los prejuicios discriminatorios, en aquellos grupos étnicos que, aunque no alcen su voz  o aunque no hagan explícita una lucha que represente sus propios intereses, su sola existencia representa un “peligro”, un cuestionamiento al poder establecido.

A modo de conclusión, podemos decir que la cultura no sólo es la dimensión simbólica de la vida social, aquello que da sentido a todas nuestras acciones y prácticas sino que, también,  es el ámbito donde se dan luchas (simbólicas) por dar, compartir o imponer determinados significados y discursos. A la visión de la cultura como  forma de vida común que nos identifica  y nos une como grupo humano por compartir determinados hábitos, costumbres, valores e ideas, se suma  la de la cultura como un espacio donde se dan procesos de confrontación, oposición explicita (contra-hegemonía)  u oposición no declarada respecto a los significados dominantes. Entender la cultura y la comunicación como escenarios donde se dan  relaciones de poder y disputas simbólicas, nos va a permitir analizar de manera crítica los distintos discursos que circulan en nuestra vida cotidiana, comprender los intereses a los cuales responden, y, principalmente, nos va a ayudar a tomar distancia sobre aquellas ideas, pensamientos y sentidos que reproducimos a veces  y que pueden ser contrarios a nuestros propios intereses sociales.

 

 

 

Actividad

 

1)      ¿Cuáles son las dos formas de ejercer el poder dentro una cultura?

2)      Expliquen con sus propias palabras el concepto de hegemonía

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