miércoles, 29 de abril de 2020

Trabajo de NTICX,

Este trabajo es para los que todavía no entregaron o no los tengo en la lista de mail del curso



Nuevo trabajo NTICx   curso 4   Prof Gonzalez Anibal

Dirección video youtube    https://www.youtube.com/watch?v=mLmJ8zMlrj8

Consultas y entrega del trabajo a mi mail------  aagon2019@yahoo.com  ---

Alumnos, en esta nueva etapa que debemos superar ustedes y nosotros para controlar esta situación de emergencia sanitaria debido a la pandemia, tratando de sostener la continuidad pedagógica les envió este vídeo para  trabajar y responder a mi mail, si surge cualquier duda me escriben, que a la brevedad estaré respondiendo, además esperar la devolución de los trabajos que realizaran en esta situación que debemos respetar para pronto volver a las aulas.
Deberán ver este vídeo para luego responder a las siguientes preguntas:
1) Explica cuando y donde se origina lo que hoy llamamos Internet y el porqué de su creación.
2) Describe, si hoy se conectan las computadoras a las redes de todo el mundo por Internet, cuando se creó como estaba formada la red.
3) Cual es el estándar de comunicación dentro de las redes informáticas.
4) Explica como las nuevas tecnologías ayudan al desarrollo económico de los países.
5) Cuando hablamos de cambios tecnológicos se lo adjudicamos siempre a nuevas maquinas, responde si esto es verdadero o no, justifica tu respuesta.
6) Explica cómo influyen las nuevas tecnologías en nuestra vida.
7) Lee con atención la última frase que está en el vídeo, que podes agregar a lo expuesto.

martes, 28 de abril de 2020

LITERATURA 6°1° - MORETTI CAROLINA

Hola chicos! Les dejo colgado un texto, no se asusten, es extenso, pero, la idea es que vayan leyendo una página por día. En unos días subo las actividades que resolverán en base al texto. Saludos!


UNA MESA DE TRES PATAS – R. FONTANARROSA
La mamá de Nico fue a la casa de los Galotto dos meses después de que muriera don Ítalo. Su visita no fue estrictamente una sorpresa para Urbana, la viuda, porque ya doña Emma (la mamá de Nico) había estado en el velorio. Aunque también era cierto que todo el barrio había estado en aquella ocasión. Pero, de cualquier forma, era notorio que a Urbana no le caía para nada bien doña Emma y aceptó su presencia en el velorio por una mínima condescendencia cristiana, lo doloroso del momento y una elemental cuota de educación ("Esa tipa", solía decir Urbana refiriéndose a Emma). De todos modos, una cosa era que una vecina no querida acudiese a un velorio exitoso —como había sido el de don Ítalo— y otra que, pasados ya dos meses, y sin justificativo visible, tocara el timbre de la familia Galotto pidiendo hablar con Urbana. El rencor que Urbana sentía por doña Emma no era, precisamente, rencor. Era un cierto rechazo, prevención y tal vez temor por todo el clima poco claro que rodeaba a "esa tipa". Se decía en el barrio que doña Emma era bruja. O bien que, en sus ratos libres, hacía brujerías. Leía la borra del café, interpretaba el agua, podía leer las manos, tiraba el tarot. Pero fundamentalmente era espiritista. Le habían contado a Urbana que Emma profesaba el culto de la mesa de tres patas, que concitaba a los espíritus o que junto con otros profesantes ("ignorantes" denostaba Urbana), practicaba ese extraño juego de la copa, en el que una copa observa un comportamiento errático sobre la mesa señalando personas, respondiendo preguntas, deteniéndose ante presuntos enfermos. Por supuesto, el aspecto exterior de doña Emma cuando andaba por la calle, por ejemplo, era común y corriente. Un ama de casa como las otras. Tal vez un poco más desarrapada que las demás, algo menos cuidadosa con el cabello o no tan meticulosa con los detalles. Al velorio, por ejemplo, había concurrido con un batón algo raído, tipo salida de baño, como si la noticia de la muerte de Ítalo (sorpresiva, por cierto) no le hubiese dado tiempo para acicalarse correctamente. Y cuando fue a lo de los Galotto, dos meses después de lo de ítalo, lucía más o menos igual. Improvisada, digamos. Siempre aseada, decorosa. Pero con chinelas de pompón, abrigadas, para el invierno, dando la impresión de que había salido algo apurada de su casa, tal vez por un trámite que requería cierta urgencia. —Sí. Está —solo atinó a decir Liliana (la hija de Urbana), tras abrir la puerta, toparse con la presencia de la supuesta bruja y escuchar que ésta, preguntaba por su madre. Después, volvió a cerrar la puerta de calle, desandó el pasillo largo y le avisó a Urbana que doña Emma estaba preguntando por ella. Urbana que cosía detuvo en el aire una puntada, dejó sobre la mesa el costurero, se puso de pie arreglándose un poco el cabello y, con rostro severo, se fue hacia la puerta sin articular palabra. —¿La hiciste entrar? —preguntó a Liliana, en tono confidencial, antes de dejar la habitación. —¡No! —deslindó responsabilidades su hija, entre alarmada y divertida. Urbana fue hasta la puerta, la abrió nuevamente y se asomó un poco, dando a entender a su visitante (cruzada de brazos para ceñir aun más el saquito verde de lana a esa hora fresca del atardecer, preanuncio de una noche fría) que no iba a perder demasiado tiempo en atenderla. —¿Sí? —fue la módica recepción de Urbana. —Buenas noches, señora —sonó, cordial, doña Emma—. Quisiera hablar un par de palabritas con usted. —Dígame. Urbana no había abierto ni un centímetro más la puerta de calle. Seguía asomando solo la cabeza como un títere grande. Doña Emma vaciló, tal vez esperando que la hiciera pasar. Se originó un momento de cierta tirantez, donde era obvio que ambas mujeres habían iniciado una suerte de pulseada de voluntades en torno al definitorio acto de entrar o hablar en la calle. —Es con respecto a su marido, don Ítalo —aportó, por fin, doña Emma, como si la frase fuese una llave maestra. —Mi marido murió. Murió hace dos meses —cortó Urbana. —Ya sé, ya sé. Por supuesto que lo sé... —¿Entonces? —Es otra cosa. —Vea, señora —Urbana tomó aire, como alentando un tono de mayor severidad—. Entonces, si lo sabe, no hay mucho que hablar. No quiero entrar en ningún tipo de 44 comentarios con respecto a mi marido, que ya ha muerto y que Dios lo tenga en su santa gloria. —No es eso. Ocurre que... —Yo conozco muy bien las cosas que suelen tejerse después de que muere alguien. Y las cosas que suelen comentarse en el barrio a espaldas de los fallecidos. Recuerdo perfectamente lo que ocurrió después de la muerte del señor Acosta —el de la ferretería— que al día siguiente de su muerte empezaron a correrse bolazos y estupideces de que tenía otra mujer y que andaba con cuanta chirusa se le cruzaba por el camino. ¡Al día siguiente de haberse muerto! O cuando murió Bevacqua —el de la casa de electricidad— que se empezó a decir que le debía plata a Dios y María Santísima... Doña Emma la miraba, meneando levemente la cabeza, paciente, si se quiere. —Por eso —continuó Urbana, lanzada—. Como sé muy bien que Ítalo nunca tuvo una relación muy cercana que digamos con usted ni con nadie de su familia, es que no puedo imaginarme cómo algo que usted venga a contarme pueda serme útil, cierto o interesante... Emma seguía negando con la cabeza. Esperando con abnegación que Urbana terminara. —No es nada de eso —dijo luego, cuando se cercioró que Urbana le daba cierto espacio para contestarle. —¿Qué es, entonces? —Hace una hora, en una mesa de espiritismo donde estábamos invocando a Ceferino Namuncurá, se hizo presente la voz de su señor marido don Ítalo, y me pidió expresamente que viniera a decirle algo. Sentada en uno de los sillones del living (los rojos, de felpilla) Urbana sostenía con una mano la taza de té que le había traído Liliana, mientras con la otra mano se oprimía levemente el pecho. No había recuperado aún el ritmo normal de su respiración. Liliana le había traído otro té de boldo a doña Emma (sentada enfrente de Urbana) y ahora se ubicaba en el sillón restante. —Reconocí enseguida la voz de su marido, señora —decía doña Emma—. No solo porque la había escuchado mil veces en el almacén de don Julio, discutiendo de fútbol con él, sino porque la voz, apenas comenzó a oírse sobre nuestra mesa, se presentó, muy educadamente, y nos dijo "Soy Ítalo Galotto, el vecino de la calle Pasco, el papá de Liliana". Usted decía muy bien: es cierto, yo no tuve trato directo con su señor esposo. Pero lo escuché muchas veces en el almacén y no tengo dudas de que la voz era la de él. —¿Qué más le dijo? —tomó intervención Liliana, al observar el estado de conmoción de su madre. —Nos dijo que necesitaba comunicarse de inmediato con alguna de ustedes. Que yo disculpara la molestia. Que sabía que mi casa estaba bastante distante de la suya, pero que le era sumamente imperioso, recuerdo que dijo así y lo recalcó, imperioso, hablar con mi señora, dijo, o con mi hija Liliana. —¿Y usted qué le dijo? —Que me iba a contactar con ustedes a la brevedad, que haría lo imposible por ubicarlas. Entonces, él me dijo que muy bien, que se quedaba esperando. —¿Cómo que se quedaba esperando? —Claro. Él pensó que en ese mismo momento, yo iba a abandonar la mesa e iba a salir corriendo para acá, a buscarlas a ustedes. Y que las iba a llevar para allá, para que hablaran con él. —Ajá. —Pero, le explico, señora. Yo no dudaba de la importancia o de la urgencia que podía tener su señor esposo en ese momento, como para interferir o bien mezclarse en una mesa de espiritismo que no lo había convocado... —¿No es común que eso ocurra? —preguntó Liliana. —Para nada, señorita, para nada —Emma frunció la cara, casi con condescendencia—. Comprenda usted que se trata de un contacto a una dimensión altamente emocional, con toda la energía puesta estrictamente en dirección a una persona desaparecida, ente o espíritu divagante. Es muy improbable ese tipo de interferencia. —Es que nosotras no sabemos nada del tema — se mantuvo moderadamente agria, Urbana—. No es algo que para nada de nada nos haya interesado jamás. —¿Entonces? —optó por suavizar, Liliana. —Entonces yo le expliqué al señor Ítalo, con mi mejor buena voluntad y mi mejor 45 disposición para el caso, que yo no estaba sola, que estaba en compañía de un grupo de personas, que estaban aquejadas por un problema muy delicado y que estas personas habían pagado para contactarse con el espíritu de Ceferino Namuncurá a través mío y que yo no podía abandonarlas en ese momento. —Ítalo, por supuesto —dijo Urbana— no lo ha hecho con intención de incomodar. Él tampoco sabía. Él tampoco era adicto a este tipo de supercherías... —Mamá... —se sonrió ácidamente Liliana—. Acordate que papá, a veces.... —Le garanto, señora —terció Emma— que contactarse con Ceferino Namuncurá no es para nada fácil. Usted debería conocerlo. De arranque es una persona que tiene la tradicional hosquedad del indígena. Cuando habla, si es que habla.... —¿Qué le contestó entonces usted a mi marido? —...porque a veces, simplemente golpea en la mesa, señora. Una le reclama a Ceferino que, a modo de aceptación del contacto, golpee tres veces, y él le comienza con esos golpes propios de la percusión mapuche. Tum, tumtum, tum, tumtum, tum.... —Doña Emma, doña Emma... ¿Qué le dijo a mi padre? —Que yo iba a hacer lo imposible para contactarlas a ustedes. Que él tuviera paciencia y confianza. Pero que me disculpara, que no podía hacerlo en ese momento. Que yo, de mil amores, venía y les decía. Y que él volviera a contactarse conmigo el jueves próximo.. —¿Mañana? —¿El jueves? ¡Mañana! —Mañana, efectivamente. Que yo le organizaba una mesa para eso de las nueve de la noche con ustedes. Y él me aseguró que iba a estar allí, sin falta. Que no tenía otra cosa que hacer. Pero me insistió y me insistió y me insistió para que yo no me fuera a olvidar. Que era algo urgente. Urbana y Liliana se miraron. —Vamos a ir, por supuesto —susurró Liliana. Urbana había reclinado su cabeza y se oprimía la frente, ahora, con su mano derecha. Hubo unos segundos de silencio. —Yo les diría que no vayan solas — recomendó, al fin, Emma. —¿Por qué? —levantó la cabeza, Urbana. Doña Emma volvió a fruncir la cara, apretando los labios e inflando los cachetes. Sacudió la cabeza. —Es un poco... Para el que no está acostumbrado, es un poco... —¿Impresiona? —dijo Liliana. —Impresiona —aprobó Emma—. Es un poco impresionante. Dése cuenta. Está usted, de pronto, hablando con alguien a quien ya considera definitivamente muerto. Con una persona a quien ha visto enterrar usted hace no más de dos meses. Yo les diría.... Urbana miró a Liliana. —¿A quién te parece? Liliana se encogió de hombros. —Tío Lucio—arriesgó. —Si es un hombre, mejor —aceptó Emma —Si es un hombre, mejor. —Bueno. Hombre... —Urbana enarcó las cejas, dubitativa. —Usted, Liliana —Emma habló como una maestra puntillosa—. Dele la mano al señor. Y usted, Urbana, déme la mano a mí. Liliana y Urbana obedecieron. Liliana experimentó una extraña sensación revulsiva cuando unió sus manos, primero con tío Lucio y luego con Emma. Advirtió que hacía mucho que nadie la tomaba de la mano. Así quedaron los cuatro, en torno a la mesa de tres patas, unidos por las manos. Se hizo un silencio prolongado bajo la tenue luz del comedor, solo alterado por el respirar pesado de Emma, quien, con los ojos cerrados, parecía haber empezado a concentrarse. Lejano, tras la puerta cerrada que daba a los dormitorios, llegaba el parloteo de un televisor encendido. Tampoco Urbana se hallaba muy sobrecogida por el momento. En verdad, el entorno no ayudaba demasiado. Un sencillo y habitual living comedor, con su trinchante, su bargueño y su pequeña araña de caireles, encendida —eso sí— en solo dos de sus cuatro lamparitas. Incluso desde el vestíbulo —al llegar— luego de subir la escalera (que torcía su rumbo en un descanso) habían entrevisto en la habitación de Nicolás, una computadora doméstica. Apagada, es cierto, pero que daba a la casa un carácter más cercano a la tecnología de punta que a la parapsicología. Liliana percibió, en su mano derecha, un par de leves apretones de parte de doña 46 Emma y comprobó, en su mano izquierda, que la palma de la mano de tío Lucio comenzaba a transpirar pese al frío. La mesa, asimismo, aquella mesa de las transferencias espirituales, no difería en nada de una mesa común. Y hasta Emma, cuando los hizo entrar a la habitación le quitó de encima una suerte de mantel de paño verde pesado, parecido al de las mesas de billar, tras apartar un centro de mesa ampuloso, de dudoso baño de plata, repleto de frutas de plástico. De repente doña Emma alzó la cabeza, abrió los ojos y clavó la vista en Urbana que también la miró, algo confusa, o alarmada, sin saber si le estaba reclamando que hablara o, simplemente, le estaba anunciando algo. Cuando Urbana iba a preguntarle sobre qué debía hacer, se escuchó la voz de Ítalo. —Urbana —dijo, y todos, menos Emma, pegaron un respingo. Era, sin duda, la voz de Ítalo. Y llegaba desde lo alto, apenas un poco más apagada, pero clara, nítida. Se hizo, esta vez sí, un silencio profundo y atemorizado, en donde se escuchó filtrándose por detrás de la puerta que daba a los dormitorios con más nitidez, la saltarina musiquita de los dibujos animados. —Urbana —repitió la voz, ahora casi interrogante, como si, ante el silencio, Ítalo dudara de que su viuda estuviese realmente allí. —Ítalo —articuló Urbana, procurando dar a los demás una sensación de firmeza. —Urbana —repitió Ítalo— ¿Qué pasó? —¿Cómo "qué pasó"? —Sí ¿Qué pasó? ¿Qué pasó? —Qué pasó... ¿Con qué? —Conmigo, Urbana. Qué pasó conmigo. Conmigo qué pasó. —Bueno... Te... ¿Por qué me...? —Yo estaba bien, Urbana. Yo estaba de lo más bien. Andaba fenómeno, yo. ¿O no es así? —Ah sí... Claro, sí, por supuesto, estabas bien... —Entonces... ¿qué pasó? Habíamos ido a lo del doctor Palazzi hacía muy poco. ¿O no habíamos ido a lo del doctor Palazzi? —Sí, habíamos ido. —Y yo estaba diez puntos, vos estabas presente. Me encontró mejor que nunca, me dijo que nunca me había encontrado así. La voz de Ítalo sonaba airada, como la de un hombre defraudado, estafado, quizás. —Es verdad, me lo dijo a mí también —admitió Urbana. —¿Y entonces? ¿Y entonces? —ahora Ítalo ya sonaba casi agresivo, como exigiéndole a su viuda una explicación convincente. —No... no sé. Te juro que a nosotros también nos cayó como un balde de agua fría. Fue una sorpresa... terrible... —¡Y a mí? —ahora Ítalo, su voz, ya gritaba—. Resulta que yo me voy a dormir lo más tranquilamente y, cuando me despierto, me encuentro con esto. Así nomás, sin una explicación, sin un motivo... —Es verdad. Yo... —Sin siquiera saber por qué carajo se produjo. ¡Me fui a dormir lo más tranquilo, lo más pancho me fui! ¡Si hasta el Bisineral me había suprimido el doctor después de que me revisó, hasta el Bisineral me había cortado porque me dijo que andaba de lo más bien con el colesterol! —El médico dijo que fue un infarto masivo —se defendió Urbana, soltando, pese a la mirada severa de Emma, su mano derecha de la mano de Lucio y poniéndosela sobre el pecho, en gesto de franqueza. —Que a veces eso es... —¡Qué infarto masivo ni infarto masivo! ¡Los médicos dicen cualquier cosa cuando no saben qué corno decir! —Bueno —se encogió de hombros, Urbana—. Ellos son los que saben. Así dijo él.... —¡Y lo que más bronca me da es que los imbéciles se lo creen, se creen cualquier cosa que digan los médicos! —Papá —terció Liliana—. Ni digás imbéciles, ni digás que... Te imaginás que... —¿Quién está ahí? —cortó Ítalo. —Liliana, tu hija —dijo Liliana. 47 —No sé para qué viniste, Liliana. Yo pedí hablar con tu madre. —Bueno, pero vine... —Dijiste con las dos —puntualizó Urbana. —Te imaginás que, si el médico... —retomó Liliana. —¿Quién quedó con la abuela? —preguntó, la voz. —Quedó sola —Urbana pareció perder la paciencia—. No le va a pasar nada por media hora. —¡Claro! ¡Así es muy fácil! Salen todas y la dejan a la pobre vieja sola. —Papá, papá... Te imaginás que si el médico dijo que era un infarto masivo es porque.... —¡Me había ido a revisar dos días antes! ¡Dos días antes me había ido a hacer ver! ¡Con tu madre habíamos ido! —Eso no quiere decir nada, Ítalo —meneó la cabeza, Urbana—. No tiene nada que ver. Acordate de Octavio. Estaba bien y... —Fumaba como un caballo, Octavio. —Pero estaba bien y un ... —Me voy a dormir una noche lo más campante y... —la voz de Ítalo pareció quebrarse—. Porque si uno sabe que está mal, uno ya se va preparando, anímicamente, emocionalmente... —De acuerdo, Ítalo. Pero... —empezó Urbana. —Acá lo que pasa es que hay otra cosa. Esta última frase de Ítalo, cargada de intencionalidad, congeló el diálogo. Urbana fue la primera en reaccionar. —¿Qué cosa, Ítalo? ¿A qué te referís? —Yo estaba bien y a mí me dieron algo. —¿Cómo "algo"? ¿Quién te dio algo? —Algo, me dieron algo ¿Quién me dio de comer esa noche? —¡Yo! Yo te di de comer —saltó Liliana. —Liliana te dio de comer. —Y... te la hago corta —anunció Ítalo—. Ahí había algo raro. Yo le sentí un gusto extraño a esa comida. A la sopa, especialmente. —¿Cómo? —se ofuscó Liliana. —Pero... pero... —Urbana abría desmesuradamente los ojos— ¿Qué querés sugerir? —Vos no podés decir una cosa así, Ítalo —por primera vez dejó oír su voz Lucio. —¿Quién habló? ¿Quién más está ahí? —Yo, Ítalo. Tu hermano. Vos no podés... —Vos no te metás. Yo con vos no estoy hablando ¡Yo digo que esa sopa que me dieron la noche esa tenía algo raro, yo le sentí un gusto extraño! ¡Lo digo y lo reafirmo! Liliana soltó las manos de su madre y su tío, se puso los diez dedos sobre el pecho y se irguió en la silla. —¡Vos insinúas, papá, que yo....? —¡Vos, o tu madre, le pusieron algo a la sopa, ese gusto no era el natural! —Usted no puede decir algo así, señor Galotto — intercedió, cauta pero aplomada, doña Emma. —Usted no se meta. Yo con usted no estoy hablando. —Ítalo, Ítalo... —llamó, componedor, Lucio—. Tal vez vos ya te sentías mal, como cuando uno tiene fiebre, que a todo le encuentra mal gusto... —Le recuerdo que está usted en mi casa —puntualizó, áspera, doña Emma. Ítalo ignoró el comentario y arremetió contra su hermano. —Te dije que con vos no estaba hablando. No sé para qué te dijeron que vinieras. Vos vení a hablarme cuando tengas que pedirme dinero, como lo has hecho toda tu vida. —Mirá, Ítalo —lo de Urbana fue drástico—. Haceme el señalado favor de aclararnos bien las cosas. Vos estás diciendo cosas muy graves. —¡Ustedes me pusieron insecticida en la sopa, Urbana! —articuló prolijamente, como para evitar malentendidos, Ítalo—. Insecticida o cualquier otra porquería, algún veneno para ratas. Eso me pusieron en la sopa aquella noche. Me mataron, Urbana. Vos y tu hija me mataron. Se solidificó un silencio tenso. Urbana volvió a tomar la mano de su hija, y ésta la mano 48 de Lucio, pero esta vez parecía obedecer a un reclamo solidario, más que a un requisito de comunicación. —Y... —Lucio, incluso postergado, buscó las palabras para seguir.— ¿Por qué habrían de hacerlo, Ítalo? ¿Por qué? Aun suponiendo, suponiendo que hubiesen querido eliminarte. ¿Para qué podrían querer haberlo hecho? —La herencia, querido —contestó Ítalo tras una pausa, y el "querido" sonó sarcástico—. Mi pensión. —¿Tu pensión? —lo de Urbana fue casi una risotada nerviosa. —Mi pensión, el auto, la casa. —¡Tu pensión son trescientos pesos miserables, Ítalo! —ululó Urbana—. ¡Mirá la fortuna que nos dejaste! ¡Trescientos pesos miserables! —Y no podés, papá —Liliana lucía más calmada— hablar seriamente del auto. Un Renault Gordini del tiempo de ñaupa que... —¡Esa casa cuesta una fortuna! —la voz no se arredró. —¡Si se cae a pedazos, Lucio! —¡Y está el terrenito que tenemos en La Florida, también! ¿O no cuentan ese terreno? —Está en una villa, Ítalo —desestimó Lucio. —¡Toda una vida manteniéndote, Urbana... —pareció lloriquear la voz—, para tenerte como una reina y dejarles un buen pasar cuando yo me fuera... y no pudieron esperar un par de años más hasta que... —¿Como una reina? ¿Pero cómo podes decir eso? —¡Rompiéndome el culo para que te dieras todos los gustos! —¡Pero cómo podes ser tan hijo de puta, "como una reina"! —¡Y el terrenito, y el terrenito! —gritó Liliana, roja de ira—. ¡Bien que yo te di la mitad de mi sueldo como tres años seguidos para que pagaras las cuotas porque vos nos decías que las cosas andaban mal en el negocio! —¿Las cuotas...? ¡Pero callate, porquería, que nunca te pudiste enganchar ni un macho como la gente para casarte y no representar una carga más para la casa, pelotuda! —¡Y que quién sabe qué habrás hecho vos con esa plata... —tomó la posta, Urbana, ante el acceso de llanto de su hija—... porque los recibos bien que nunca los vimos! ¡Bien que nunca los vimos los recibos! —Y... ¿cuándo me prestaste plata vos, Ítalo, cuando me la prestaste? —se anotó Lucio. —¿Querés que te diga? ¿Querés que te diga? Cuando me apareciste por la oficina llorando, llorando te apareciste, porque le habías hecho un hijo a aquella polaca y necesitabas la plata para hacerle un aborto. Mirá si me acuerdo cuándo me la pediste. —¡Te pedí que me la devolvieras, hijo de mil putas! —estalló Lucio—. ¡Te pedí que me devolvieras de la otra vuelta que me la habías pedido con el cuento de que ibas a alquilar un depósito para la mercadería! —¡Que ni sé cómo hiciste para embarazar a esa mina porque de vos siempre se dijo que eras medio puto! —¡Alquilar un depósito! Qué mierda ibas a alquilar vos si siempre fuiste un fracasado. —¡Por algo no te casaste nunca! —¡Porque vos siempre me corriste los novios! — barbotó, entre sollozos, Liliana, como si el ataque de Ítalo fuese para ella y no para su tío—. ¡Y preferí quedarme en casa a cuidar a mamá, al ver la vida de mierda que vos le diste! —¡Me mataron, me asesinaron, me envenenaron como a un perro! —¡Lo hubiéramos tenido que hacer! —rugió Urbana —. ¡Lo hubiéramos tenido que hacer y ahora me doy cuenta de que fui una imbécil de no hacerlo y esperar que a que te murieras solo! —¡Siempre supe que eras una hija de puta y andabas detrás de mi fortuna! —¡Una mierda fuiste! ¡Una reverenda mierda! —¡Y no me extrañaría que el otro marica de mi hermano también haya estado metido en el asunto, para no tener que pagarme las deudas! —¡Anda a la concha de tu madre, Ítalo, ojalá te pudras ahí adonde estás! —gritó Lucio, inopinadamente duro. —¡Y vos, y vos...! —amenazó la voz, cortándose de un tajo, de repente. El silencio que ganó la habitación pareció ser más profundo que nunca. —¿Qué pasó? —preguntó Urbana a doña Emma, en un hilo de voz. Emma agitó su 49 cabeza. —No sé. No sé. Se cortó. Se retiró el contacto. Lucio se pasaba un pañuelo por la calva. Tenía los cachetes rojos y parecía un tanto avergonzado. Liliana había apoyado la frente sobre el puño derecho y trataba de recomponer su ritmo respiratorio. —¿Quiere que intentemos de nuevo? —preguntó doña Emma, sin entusiasmo. —No, deje. Deje. Vamos, Liliana —se puso de pie Urbana. Antes de salir de la habitación, giró hacia Emma—. ¿Cuánto le debo? —Son... No tomé los minutos... —calculó Emma. Luego, negó rápidamente con la cabeza—. No. Deje. No es nada. Ya bastantes gastos habrá tenido usted con todo esto —no especificó, con precisión, a qué se refería cuando decía "esto"—. Lo tomo como una emergencia. Urbana le puso una mano en el antebrazo. —Se lo agradezco... —frunció el entrecejo y parecía presa de una gran aflicción—. Parece mentira las cosas que una tiene que aguantar... —Se sentirá más aliviada, ahora —calculó cómplice doña Emma—. Vivirá más tranquila. —Ni se imagina —casi sonrió Urbana—. Ni se imagina. —¿Qué hago? —preguntó Emma, casi ya de última, cuando sus tres visitantes se encaminaban hacia la escalera—. Digo, si se contacta de nuevo... —Que no estamos— negó ostensiblemente con el dedo Liliana. —Dígale que salimos —sumó Urbana—. Mejor, que nos mudamos. —Que nos fuimos del barrio —concluyó Liliana. Y bajaron todos por la escalera.

LITERATURA 5°2° - MORETTI CAROLINA




LITERATURA 4°2° - MORETTI CAROLINA


EDIPO REY

En la mitología griega, Layo era un héroe divino y el rey de Tebas.
En una ocasión fue a consultar al oráculo, un dios que respondía a las preguntas que otras personas le hacían sobre el futuro. El oráculo le dijo que él moriría a manos del hijo varón que tuviera. Layo le contó esto a su mujer, Yocasta, que estaba embarazada y decidieron abandonar al bebé que tuvieran si era un varón. Así, nació un niño varón y, como habían acordado, lo abandonaron en el monte para que muriera.
Unos sirvientes de Pólibo, rey de Corinto, lo encontraron y se lo llevaron a su señor. El rey se apiadó del niño y lo adoptó, llamándolo Edipo (que significa pies hinchados porque cuando lo encontraron tenía los pies atados).
Cuando Edipo se hizo un hombre, supo que no era hijo legítimo de los reyes de Corinto, sino que había sido adoptado y se marchó a buscar a sus padres verdaderos. En un camino estrecho se encontró con un anciano, Layo, discutieron y Edipo lo mató sin saber que ese hombre era su padre. Después llegó a una ciudad que se llamaba Tebas, en la que sus habitantes tenían una extraña enfermedad y se morían poco a poco. El oráculo había dicho que esta enfermedad terminaría cuando hubiera alguien que adivinara los acertijos de la Esfinge (un ser con la cabeza y el pecho de mujer, las patas de león, cola de dragón y alas de ave) que eran los siguientes:
– A la pregunta: «¿Cuál es el ser vivo que camina a cuatro patas al alba, con dos al mediodía y con tres al atardecer?», Edipo respondió correctamente que es el hombre.
– Al segundo acertijo: «Son dos hermanas, una de las cuales engendra a la otra y, a su vez, es engendrada por la primera». Edipo contestó: el día y la noche.
Edipo adivinó los acertijos de la Esfinge, que se suicidó de rabia.
Tras la respuesta a estos acertijos, Edipo fue nombrado rey de Tebas y se casó con la reina, Yocasta, sin saber que era su madre. Con ella tuvo cuatro hijos: Polinices, Eteocles, Ismena y Antígona.
Con el tiempo una plaga invadió la ciudad. El oráculo, de nuevo, dijo que la enfermedad terminaría cuando se encontrara al asesino de Layo. Así, Edipo se puso a investigar. Yocasta descubrió que Edipo era su hijo y se suicidó sin decir nada a nadie. Por su parte, Edipo, hizo todas las averiguaciones necesarias, dándose cuenta entonces de que él había sido el asesino de Layo, de que se había casado con su madre y de que había tenido hijos con ella. Sin poder soportar este sufrimiento se arrancó los ojos y se desterró de Tebas. Murió en Atenas, después de vivir el resto de su vida como un vagabundo.

ACTIVIDADES
1.      ¿Qué le dijo el oráculo al rey de Tebas?
2.      ¿Qué sucedió cuando le contó a su esposa?
3.      ¿Qué sucedió cuando Edipo descubrió que era adoptado?
4.      Relata lo que sucede cuando Edipo se enfrenta con la esfinge.
5.      ¿Con quién contrae matrimonio Edipo?
6.      ¿Por qué se arrancó los ojos Edipo?

viernes, 24 de abril de 2020

Biología-TP N°4-Prof. Cinthia Franco

Evolución de los Seres Vivos

Luego de observar con atención el siguiente Video, (A partir del minuto 4), responde:


1) Durante su viaje por todo el mundo el naturalista Charles Darwin, pasó por Argentina ¿En qué año fue su visita? ¿Fósiles de qué animales encontró?
2) Cuando visitó las Islas Galápagos ¿Qué detalles de animales de la misma especie que vivían en diferentes islas le sorprendieron?
3)¿A qué conclusiones llega, años después de terminado su viaje?
4) ¿Qué sostenía, sobre el origen de las especies, la "Teoría especial" o de la "Creación divina" que existía hasta el momento?
5)¿A qué conclusiones llega, Wallace, tras su viaje? (Ley de Wallace)
6¿ Cuál sería la razón por la que que existen similitudes entre especies de islas diferentes del sector oriental por un lado y  similitudes entre las del sector occidental, por el otro?
7)¿Cuál es la importancia del Ambiente, con respecto a la supervivencia o no de las especies? (Para responder esta pregunta y poder elaborar una respuesta completa, busca información bibliográfica o en Internet sobre los Postulados de la Teoría de Darwin)

Éste y los trabajos anteriores (Si aún no los hicieron) deben enviarlos con preferencia a 
cinthia-franco32@hotmail.com . En caso de tener acceso a Internet limitado (sólo en ese caso) hacerlo vía wssp al 1158296149. No olviden colocar Nombre y Apellido, Curso y Colegio. Recuerden que de la elaboración a consciencia de los mismos, saldrá la Nota del 1er trimestre. Cualquier duda me consultan!! Saludos

1°1° CIENCIAS NATURALES (II)

Hola chic@s, mi nombre es María Virginia Curtido Rondelli, soy su profesora de Ciencias Naturales que se reincorpora a partir de esta semana. Ya han recibido una actividad de la profesora Felipe y siguiendo el tema referido a la salud y la pandemia, les dejo aquí un trabajo científico muy interesante para este tema.
Les dejo mi dirección de e-mail: virginiacurtido@gmail.com, para cualquier consulta. Por favor, colocar nombre, apellido, curso y escuela en el asunto
Mi celular para consultas es el 1537043636

Un experimento histórico

Ignaz Philip Semmelweis (1818 – 1865) fue un médico húngaro, cuya necesidad de conocer la causa de los hechos le permitió solucionar un problema sanitario muy grave de su época.
El Dr. Semmelweis trabajaba en la división de maternidad de un Hospital de Viena. Allí, una gran proporción de mujeres que había dado a luz contraía una fatal enfermedad: la fiebre puerperal o fiebre posparto.
Semmelweis se hizo cargo del hospital entre 1846 y 1849. Analizó los registros de defunciones a causa de la fiebre puerperal en mujeres que dieron a luz en las dos salas del hospital:
Las salas eran contiguas pero su funcionamiento era diferente: la sala I estaba atendida por médicos que estaban haciendo su residencia y sus profesores, mientras que la sala II era atendida sólo por enfermeras.
La comunidad científica de la época, desorientada frente a este problema, consideraba que la fiebre posparto era una epidemia que se contraía por cambios atmosféricos y cósmicos. Pero Semmelweis se preguntaba:
“… ¿Cómo es posible que estos cambios puedan atacar a las parturientas del hospital y no a aquellas mujeres que dan a luz en sus casas, o en la calle, donde se supone que deberían estar expuestas a mayores riesgos?...”
“… ¿Cómo es posible que, dentro de las mujeres del hospital, atacara con tan marcada diferencia a las de la sala I  que a las de la sala II? Una epidemia no sería tan selectiva y atacaría a todas por igual…”
“…Tal vez exista algo en la dieta, en el cuidado que se da a las pacientes, o en la posición que adoptan en sus camas…”
Semmelweis sometió a prueba cada una de estas suposiciones y luego las descartó totalmente.              
Pensó entonces que la razón podría ser de origen psicológico. Los sacerdotes que daban los últimos auxilios a los enfermos moribundos, tocaban una campanilla, algunos médicos sostenían que ese sonido provocaba un terror debilitante en las mujeres, y las volvía más propensas a contraer la enfermedad.
Semmelweis sometió a prueba esta posibilidad: eliminó el sonido de la campanilla pero la mortalidad no decreció.
Finalmente, en el año 1847, casi por casualidad, llegó a una explicación para este problema.
Cuando Semmelweis menos lo esperaba, ocurrió un incidente que cambió el rumbo de su investigación: se  produjo la muerte del médico que realizaba las autopsias de las mujeres fallecidas. Durante una de las autopsias, un alumno que lo acompañaba, le lastimó un dedo con un bisturí y, al poco tiempo, enfermó y murió. Presentaba los mismos síntomas que se veían en las mujeres que padecían la fiebre posparto.
Frente a esta hecho, pensó la siguiente hipótesis: “la materia cadavérica que el bisturí introdujo en la sangre es la causa de la infección”.
Semmelweis observó que los médicos acostumbraban a realizar las autopsias antes de atender a las parturientas; dedujo entonces que los propios médicos eran los portadores de la materia cadavérica que enfermaba a sus pacientes ya que se lavaban muy superficialmente las manos después de practicar las autopsias.
A partir de ese momento obligó a los médicos a lavarse las manos con un desinfectante. Al poner en práctica esta medida, la mortalidad disminuyó hasta un 1,2% en el año 1848.
En 1861, Semmelweis escribió el libro La etiología, los conceptos y la profilaxis de la fiebre puerperal. En su época, este libro apenas fue leído, pero hoy se considera uno de los textos fundamentales de la medicina moderna.
                                                 
ESTADÍSTICAS DE LA TASA DE MORTALIDAD
AÑO
SALA I
SALA II
1841
7,7
3,5
1842
15,8
7,5
1843
8,9
5,9
1844
8,2
2,3
1845
6,8
2,03
1846
11,4
2,7


Recuerda que se denomina Hipótesis a una respuesta provisoria, una respuesta probable a un problema de la ciencia
Responder:

1- Según las ideas de la época, ¿cuáles eran las causas de las enfermedades?
2- ¿Cuáles fueron las incoherencias entre las explicaciones y los hechos que llamaron la atención de Semmelweis?
3- ¿Cuál de todas las hipótesis que planteó Semmelweis orientó finalmente la investigación?
4- De acuerdo con esta hipótesis, ¿cómo explicarías las diferencias en la proporción de muertes entre la sala I y la sala II?
5- ¿Cómo fue puesta a prueba esta hipótesis?
6-¿Cómo llamamos hoy a la “materia cadavérica” de Semmelweis?
7- ¿De qué manera este experimento contribuyó a comenzar a cambiar las ideas acerca de las enfermedades y su tratamiento?

Tarea Extra de Geografía 6°1°


TRABAJO FUERA DE PROGRAMA


Los trabajos pueden enviarlos:
por mail laurasecundaria3162@gmail.com
por Whatsapp 1173658988
por Instagram @Lauchyar


Ante el pedido de los chicos del curso y en el marco de la Ley Nacional 26835 de RCP en los últimos años de las escuelas secundarias, se trabajará la próxima semana, el "RCP solo con tus manos"... 
Los materiales que están acá son los mismos que pasé por el grupo y que esta subido en Instagram

Para recordar:

La Reanimación Cardiopulmonar (RCP) es una maniobra de emergencia. Consiste en aplicar presión rítmica sobre el pecho de una persona que haya sufrido un paro cardíorespiratorio para que el oxígeno pueda seguir llegando a sus órganos vitales.

El inicio inmediato de RCP por parte de alguien entrenado, aunque no sea un profesional, puede aumentar en un 40% las posibilidades de supervivencia de los afectados.



Pasos a seguir



 1- Evalúa el estado de conciencia de la víctima.
Movela suavemente de los hombros y preguntale en voz alta ¿Me escuchás? ¿Te sentís bien?
Si no responde, no respira, jadea o respira con dificultad, continuá con los siguientes pasos.

2- Llamá al número de emergencias o pedí a otra persona que lo haga.

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Averigua cuál es el número de emergencias médicas de tu localidad y tenelo siempre a mano.

 3- Inicia la maniobra de reanimación cardiopulmonar (RPC)

Comprimí hacia abajo el tórax de la persona hasta hundirlo entre 5 a 6 cm.
Mantené siempre los brazos extendidos.
Apoyá el talón de una mano en el centro inferior del esternón. Colocá el talón de la otra mano sobre la primera y entrelaza tus dedos.
Zona donde se deben realizar las compresiones.

Realizá 30 compresiones ininterrumpidas.
Repetí 5 ciclos.
Tenés que hacer entre 100 y 120 compresiones por minuto.
Evaluá a la víctima y, si no hay recuperación, continuá con las compresiones.


 4- Reevaluá el estado de la persona
Si no recupera la conciencia continuá con las compresiones hasta que llegue el equipo de emergencias o te pueda reemplazar otra persona que sepa hacer RCP.

Si la persona recupera la conciencia, colócala de costado o posición de recuperación (lateral) hasta que llegue el equipo de emergencias.

Esta posición deja libre las vías respiratorias y evita una posible aspiración de vómito por parte de la víctima.


¿Cómo hacer las compresiones correctamente?

  • Arrodíllate al costado del tórax de la víctima (cualquier lado) y colocá el talón de una de tus manos sobre el centro del tórax, en el esternón.
  • Poné tu otra mano encima de la anterior, asegurándote de no tocar las costillas de la víctima con tus dedos (mantenelos levantados y entrecruzados). Sólo el talón de la mano inferior apoya sobre el esternón.
  • Hacé avanzar tus hombros de manera que queden directamente encima del esternón de la víctima. Mantené tus brazos rectos y usá el peso de tu cuerpo para transmitir la presión sobre tus manos. El esternón de la persona atendida debe descender al menos 5 cm.
  • A continuación, liberá por completo la compresión sobre el esternón sin retirar las manos para permitir que el tórax vuelva a su posición de reposo y el corazón se llene con sangre.
  • Entre las compresiones, mantené el entrecruzamiento de las manos sin retirarlas del esternón. Las fases de compresión y relajación deben tener igual duración.

¿Cuándo hacer RCP?

  • Paro Cardíaco
  • Señales de ataque cardíaco
  • Sensación de opresión,
  • Dolor del pecho PERSISTENTE que se extiende hacia los hombros, cuello, mandíbula y brazos.
  • Malestar torácico acompañado de vahídos, desvanecimiento, sudoración, náuseas o falta de aire.

Si advertís uno o varios de ellos, buscá ayuda de inmediato.

Video RCP solo con tus manos al ritmo de la música de los Bee Gees


Video :  RCP básico

Actividades:

1- Nos vemos en la clase virtual en vivo por Instagram el día lunes 27 a las 11 hs ( recuerden que el vivo queda por 24 hs en la página, igual lo guardo y queda en el grupo)
2- Después de la clase en vivo, resuelvan las siguientes actividades y enviarlas por alguno de los medios, y sus fotos o videos reanimando a muñecos

(NO SE PUEDE HACER RCP A PERSONAS QUE RESPIRAN, ESTÁN CONSCIENTES o TIENEN SIGNOS VITALES NORMALES)





























Fuentes: 
Cruz Roja Argentina
https://www.argentina.gob.ar/salud/primerosauxilios/rcp/adultos

jueves, 23 de abril de 2020

CLASE 5: El racionalismo. 6°1° - Prof.Vykoukal - vykoukalsilvina@gmail.com

Los límites del empirismo 

Sin embargo y a poco andar los filósofos se dieron cuenta de que confiar tanto en nuestros sentidos tenía sus problemas. Por ejemplo: ¿no nos parece una línea recta el horizonte? Si miramos al cielo, ¿no "vemos" que el sol gira alrededor de la tierra? ¿No sentimos que la tierra está quieta? Hoy sabemos que todas esas percepciones son falsas. La tierra es redonda, gira alrededor del sol y rota sobre sí misma. Otra gran sorpresa. Los hombres modernos se dieron cuenta de que nuestros sentidos, a veces, nos engañan. No todo es tal como lo percibimos. ¿Cuál podía ser entonces una base confiable para la ciencia? Era necesario hacer una nueva propuesta.

El racionalismo

Habíamos dicho que, para la filosofía de la época, el hombre estaba dotado de percepción y de razón. Fue lógico entonces que encontrando algunas fallas en la primera de las opciones, buscaran en la razón la fuente de fundamentación para el conocimiento. René Descartes (1596- 1650), filósofo ginebrino, es considerado una de las principales figuras de esta nueva corriente de pensamiento: el racionalismo. Por oposición al empirismo, Descartes propuso un nuevo método para alcanzar la certeza en el conocimiento. El punto de partida para este filósofo era la duda metódica. ¿Por qué proponer la duda como primer paso para alcanzar un conocimiento seguro? Porque para Descartes nuestros sentidos nos podían llevar a conocimientos equivocados, nos podían 'conducir a engaños', como ya ejemplificamos en el apartado anterior. Nuestra razón, reflexionando sobre la información que nuestros sentidos nos brindaban, nos permitía comprender que los datos empíricos no siempre reflejaban la realidad y, por lo tanto, era conveniente dudar de ellos. En consecuencia, estos datos no podían ser el punto de partida fiable del conocimiento. Descartes propuso llevar la duda hasta sus últimas consecuencias y argumentó que, si hacíamos esto (dudar de todo lo que vemos, de lo que tocamos, de lo que oímos) nos quedaba un elemento del que no podíamos dudar: el hecho de que estábamos dudando. Podíamos dudar porque éramos seres racionales. La razón, en consecuencia, se convertía en lo único de lo que no se podía dudar y era a partir de ella (y no de los sentidos) desde donde era posible construir un conocimiento científico.

De las cosas que se pueden poner en duda 
Hace ya algún tiempo que me he dado cuenta de que desde mis primeros años había admitido como verdaderas una cantidad de opiniones falsas y que lo que después había fundado sobre principios tan poco seguros no podía ser sino muy dudoso e incierto, de modo que me era preciso intentar seriamente, una vez en mi vida, deshacerme de todas las opiniones que hasta entonces había creído y empezar enteramente de nuevo desde los fundamentos si quería establecer algo firme y constante en las ciencias. (...) Ahora, pues, (...) me aplicaré seriamente y con libertad a destruir en general todas mis antiguas opiniones. Pero no será necesario para cumplir este propósito probar que todas ellas son falsas, cosa que quizá, jamás lograra llevar a cabo; pero -puesto que la razón me convence, por lo pronto, de que a las cosas que no son enteramente ciertas e indudables debo negarles crédito con tanto cuidado como a aquellas que parecen manifiestamente falsas- bastará el menor motivo de duda que yo encuentre para ser que las rechace a todas. (...) Todo lo que he admitido hasta ahora como más verdadero y seguro lo he tomado de los sentidos o por los sentidos; pero he experimentado a veces que estos sentidos eran engañosos y es propio de la prudencia no confiar jamás enteramente en los que nos han engañado una vez. (...) 
Rene Descartes 
Primera meditación


ACTIVIDAD
  Lean atentamente el texto de Descartes y respondan las siguientes preguntas redactando las respuestas con sus propias palabras, sin hacer copia textual. 
1) ¿Cuál fue la tarea que se propuso emprender el filósofo? 
2) ¿Sobre qué base había construido sus principios hasta ese momento? 
3) ¿Qué es lo que originó la duda? 

CLASE 5: Escuelas Psicológicas. El conductismo - 4°2°- Prof. Vykoukal- vykoukalsilvina@gmail.comail

ESCUELAS PSICOLÓGICAS

Cuadro comparativo escuelas psicológicas

EL CONDUCTISMO
El conductismo se desarrolla en los principios del siglo XX por el psicólogo americano John B. Watson. En ese entonces la psicología era considerada predominantemente como el estudio de las experiencias internas o sentimientos a través de métodos subjetivos o introspectivos. Watson no negaba la existencia de experiencias internas o emociones, pero insistía que estas experiencias no podían ser estudiadas porque eran imposibles de observar.
El conductismo estudia comportamientos medibles y registrables, lo cual puede hacerlos predecibles. Los comportamientos se rigen por el ambiente y el aprendizaje, en donde se producen cambios dentro del repertorio de la conducta común del individuo.
El conductismo representa la revolución más radical en el enfoque de estudio de la psicología, ya que no sólo considera que le compete también la conducta observable, sino que llega a rechazar a veces que se tenga que ocupar de la conciencia. Para esta escuela Psicológica la interioridad no es relevante, considerando al ser humano como una caja negra, al igual que los valores son irrelevantes en el desarrollo de la persona. Esto marca una diferencia fundamental con otros enfoques.
En otras palabras, el objeto psique es explicado en los contenidos psicológicos (emoción, hábito, aprendizaje, personalidad, etc.) y se propone su estudio a través de su manifestación observable en términos de comportamientos emotivos, comportamientos habituales, comportamientos de aprendizaje, comportamientos constitutivos de la personalidad, etc.
Watson propuso convertir el estudio de la psicología en ciencia utilizando solo procedimientos objetivos, como experimentos de laboratorio diseñados para producir resultados estadísticos significativos. Watson tomará como unidad de análisis, el paradigma estímulo-respuesta (EàR), en donde se entiende por estímulo a cualquier factor externo o cambio en la condición fisiológica del animal y por respuesta, la reacción o conducta frente a tal estímulo. El método empleado será el de las ciencias naturales, es decir la experimentación u observación controlada.
Watson estudia la existencia de reflejos incondicionados o innatos en los niños, diferenciándolos de los que fueran aprendidos o condicionados, estableciendo así una diferencia entre conducta innata o aprendida, condicionada e incondicionada. Del análisis de Watson se infiere si toda conducta puede llegar a condicionarse, entonces, como con las leyes de cualquier otra ciencia natural, la psicología debería permitir predecir y controlar la conducta.
Para Watson, el lenguaje se adquiere por condicionamiento. El niño oye asociar a un objeto su nombre y por consiguiente el nombre termina por evocar la misma respuesta evocada por el objeto.
Skinner estaba interesado en la observación del comportamiento y su relación con las "contingencias de refuerzo", es decir, las ocasiones en que a una determinada respuesta ha seguido una recompensa. Su idea es que este tipo de análisis puede ser suficiente para explicar cualquier forma de aprendizaje, incluso el aprendizaje lingüístico. La consecuencia de ello es que la referencia a procesos que se verificaran en la mente sería inútil y engorrosa, además de ser difícilmente objetivable. Skinner extrapola su análisis de carácter general partiendo del estudio del comportamiento de ratones y palomas emitidos en una jaula. Entre las diversas respuestas que el animal puede dar se escoge una de modo que vaya seguida de un estímulo reforzador. Se observará que la respuesta seguida de refuerzo tenderá a presentarse cada vez con mayor frecuencia. Este paradigma se llama "condicionamiento operante" y se diferencia del estudiado por Pavlov (llamado "clásico" o "de respuesta") por el hecho de que la respuesta no sigue sino que precede al estímulo crítico. En el caso del perro de Pavlov, el estímulo incondicionado (comida) o condicionado (campanita asociada a la comida) provoca necesariamente la respuesta. El perro aprende que cuando la campanilla suena, su amo le dará de comer.
Actividad
1 ¿Qué estudia el conductismo? ¿Cuándo se fundó y quién es su principal representante?
2 ¿Cuál es la diferencia con los enfoques de la psicología de ese momento? (incluir en la respuesta el desarrollo del concepto “caja negra”)
3 Explica el concepto estímulo-respuesta y reflejos condicionados-incondicionados.
4 Desarrolla los aportes de Skinner y Pavlov.