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UNIDAD N° 3
Buenas tardes: espero que se
encuentren bien. Con esta clase culminamos la Unidad N° 3. El objetivo será
ahondar en la literatura de ciencia ficción y aplicar la teoría que estudiamos
en la clase anterior a un cuento.
Dragón
[Cuento - Texto completo.]
Ray Bradbury
La noche soplaba en el escaso pasto
del páramo. No había ningún otro movimiento. Desde hacía años, en el casco del
cielo, inmenso y tenebroso, no volaba ningún pájaro. Tiempo atrás, se habían
desmoronado algunos pedruscos convirtiéndose en polvo. Ahora, sólo la noche
temblaba en el alma de los dos hombres, encorvados en el desierto, junto a la
hoguera solitaria; la oscuridad les latía calladamente en las venas, les
golpeaba silenciosamente en las muñecas y en las sienes.
Las luces del fuego subían y bajaban
por los rostros despavoridos y se volcaban en los ojos como jirones
anaranjados. Cada uno de los hombres espiaba la respiración débil y fría y los
parpadeos de lagarto del otro. Al fin, uno de ellos atizó el fuego con la
espada.
-¡No, idiota, nos delatarás!
-¡Qué importa! -dijo el otro hombre-.
El dragón puede olernos a kilómetros de distancia. Dios, hace frío. Quisiera
estar en el castillo.
-Es la muerte, no el sueño, lo que
buscamos…
-¿Por qué? ¿Por qué? ¡El dragón nunca
entra en el pueblo!
-¡Cállate, tonto! Devora a los hombres
que viajan solos desde nuestro pueblo al pueblo vecino.
-¡Que se los devore y que nos deje
llegar a casa!
-¡Espera, escucha!
Los dos hombres se quedaron quietos.
Aguardaron largo tiempo, pero sólo
sintieron el temblor nervioso de la piel de los caballos, como tamboriles de
terciopelo negro que repicaban en las argollas de plata de los estribos,
suavemente, suavemente.
-Ah… -el segundo hombre suspiró-. Qué
tierra de pesadillas. Todo sucede aquí. Alguien apaga el Sol; es de noche. Y
entonces, y entonces, ¡oh, Dios, escucha! Dicen que este dragón tiene
ojos de fuego y un aliento de gas blanquecino; se le ve arder a través de los
páramos oscuros. Corre echando rayos y azufre, quemando el pasto. Las ovejas
aterradas, enloquecen y mueren. Las mujeres dan a luz criaturas monstruosas. La
furia del dragón es tan inmensa que los muros de las torres se conmueven y
vuelven al polvo. Las víctimas, a la salida del Sol, aparecen dispersas aquí y
allá, sobre los cerros. ¿Cuántos caballeros, pregunto yo, habrán perseguido a
este monstruo y habrán fracasado, como fracasaremos también nosotros?
-¡Suficiente, te digo!
-¡Más que suficiente! Aquí, en esta
desolación, ni siquiera sé en qué año estamos.
-Novecientos años después de Navidad.
-No, no -murmuró el segundo hombre con
los ojos cerrados-. En este páramo no hay Tiempo, hay sólo Eternidad. Pienso a
veces que si volviéramos atrás, el pueblo habría desaparecido, la gente no
habría nacido todavía, las cosas estarían cambiadas, los castillos no tallados
aún en las rocas, los maderos no cortados aún en los bosques; no preguntes cómo
sé; el páramo sabe y me lo dice. Y aquí estamos los dos, solos, en la comarca
del dragón de fuego. ¡Que Dios nos ampare!
-¡Si tienes miedo, ponte tu armadura!
-¿Para qué? El dragón sale de la nada;
no sabemos dónde vive. Se desvanece en la niebla; quién sabe a dónde va. Ay,
vistamos nuestra armadura, moriremos ataviados.
Enfundado a medias en el corselete de
plata, el segundo hombre se detuvo y volvió la cabeza.
En el extremo de la oscura campiña,
henchido de noche y de nada, en el corazón mismo del páramo, sopló una ráfaga
arrastrando ese polvo de los relojes que usaban polvo para contar el tiempo. En
el corazón del viento nuevo había soles negros y un millón de hojas
carbonizadas, caídas de un árbol otoñal, más allá del horizonte. Era un viento
que fundía paisajes, modelaba los huesos como cera blanda, enturbiaba y
espesaba la sangre, depositándola como barro en el cerebro. El viento era mil
almas moribundas, siempre confusas y en tránsito, una bruma en una niebla de la
oscuridad; y el sitio no era sitio para el hombre y no había año ni hora, sino
sólo dos hombres en un vacío sin rostro de heladas súbitas, tempestades y
truenos blancos que se movían por detrás de un cristal verde; el inmenso
ventanal descendente, el relámpago. Una ráfaga de lluvia anegó la hierba; todo
se desvaneció y no hubo más que un susurro sin aliento y los dos hombres que
aguardaban a solas con su propio ardor, en un tiempo frío.
-Mira… -murmuró el primer hombre-. Oh,
mira, allá.
A kilómetros de distancia,
precipitándose, un cántico y un rugido: el dragón.
Los hombres vistieron las armaduras y
montaron los caballos en silencio. Un monstruoso ronquido quebró la medianoche
desierta y el dragón, rugiendo, se acercó y se acercó todavía más. La
deslumbrante mirilla amarilla apareció de pronto en lo alto de un cerro y, en
seguida, desplegando un cuerpo oscuro, lejano, impreciso, pasó por encima del
cerro y se hundió en un valle.
-¡Pronto!
Espolearon las cabalgaduras hasta un
claro.
-¡Pasará por aquí!
Los guanteletes empuñaron las lanzas y
las viseras cayeron sobre los ojos de los caballos.
-¡Señor!
-Sí; invoquemos su nombre.
En ese instante, el dragón rodeó un
cerro. El monstruoso ojo ambarino se clavó en los hombres, iluminando las
armaduras con destellos y resplandores bermejos. Hubo un terrible alarido
quejumbroso y, con ímpetu demoledor, la bestia prosiguió su carrera.
-¡Dios misericordioso!
La lanza golpeó bajo el ojo amarillo
sin párpado y el hombre voló por el aire. El dragón se le abalanzó, lo derribó,
lo aplastó y el monstruo negro lanzó al otro jinete a unos treinta metros de
distancia, contra la pared de una roca. Gimiendo, gimiendo siempre, el dragón
pasó, vociferando, todo fuego alrededor y debajo: un sol rosado, amarillo,
naranja, con plumones suaves de humo enceguecedor.
-¿Viste? -gritó una voz-. ¿No te lo
había dicho?
-¡Sí! ¡Sí! ¡Un caballero con armadura!
¡Lo atropellamos!
-¿Vas a detenerte?
-Me detuve una vez; no encontré nada.
No me gusta detenerme en este páramo. Me pone la carne de gallina. No sé que
siento.
-Pero atropellamos algo.
El tren silbó un buen rato; el hombre
no se movió.
Una ráfaga de humo dividió la niebla.
-Llegaremos a Stokel a horario. Más
carbón, ¿eh, Fred?
Un nuevo silbido, que desprendió el
rocío del cielo desierto. El tren nocturno, de fuego y furia, entró en un
barranco, trepó por una ladera y se perdió a lo lejos sobre la tierra helada,
hacia el norte, desapareciendo para siempre y dejando un humo negro y un vapor
que pocos minutos después se disolvieron en el aire quieto.
FIN
ACTIVIDADES
1) ¿Qué tema de la ciencia ficción predomina en el
cuento? (Los temas y elementos de la literatura de ciencia ficción los
estudiamos en la clase anterior).
2) ¿Menciona qué elementos
del cuento sitúan al lector en un ambiente irreal?
3) Determiná en qué época
están situados los acontecimientos.
4) ¿Cómo se describe el espacio donde
transcurre la historia?
5) ¿Cómo describen los
caballeros al dragón?
6) ¿Qué es el monstruoso
ojo ambarino?
7) Explicá la siguiente
frase extraída del cuento con tus palabras:
“El viento era mil almas moribundas, siempre confusas y en tránsito, una
bruma en una niebla de la oscuridad; y el sitio no era sitio para el hombre y no
había año ni hora, sino sólo dos hombres en un vacío sin rostro de heladas
súbitas, tempestades y truenos blancos que se movían por detrás de un cristal
verde”.
8)
Explicá el siguiente diálogo extraído del final del cuento:
-¡Sí! ¡Sí! ¡Un caballero con armadura!
¡Lo atropellamos!
-¿Vas a detenerte?
-Me detuve una vez; no encontré nada.
No me gusta detenerme en este páramo. Me pone la carne de gallina. No sé que
siento.
9) Justificá la siguiente afirmación: Dragón es un cuento de
ciencia ficción.
10) Imaginá que sos un/a periodista que viaja al futuro y escribís una
nota de opinión de los lugares y de las época visitados.
a. Inventá dos lugares y épocas a las que viajaste. Por ejemplo:
Tucumán, año 3048.
b. Escribí para uno de estos destinos una descripción utópica y para el
otro una descripción dístópica. (Los conceptos de utopía y distopía los estudiamos
en la clase anterior).
Fecha de entrega: 7 de julio
Reitero contacto: claudiomarcelopaz@gmail.com / 1134234592
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